Desde octubre de 2018, la inflación de la Eurozona no se acerca al 2% que el Banco Central Europeo tiene establecido como objetivo. A pesar del programa de compra de bonos por 2,6 billones de euros y los tipos negativos, los precios en la zona euro muestran un crecimiento débil, al igual que la economía. Algunos analistas han comenzado a especular con la posibilidad de que el BCE dé un paso más y amplíe la gama de activos que acumula en su balance incluyendo las acciones. Esta opción, un tanto remota hoy, podría ganar fuerza si la economía de la Eurozona queda atrapada en un bucle de bajo crecimiento e escasa inflación. La inflación subyacente (no cuenta la comida sin procesar ni la energía) lleva años moviéndose entre el 1 y el 1,3%. El objetivo del Banco Central Europeo es que este indicador se acerque al 2%. Para lograr esta meta, el BCE ha bajado los tipos de interés por debajo de cero, ha comprado billones de euros en bonos y ha inyectado cientos de miles de millones de euros a la banca. Todo ello tiene como objetivo estimular la inversión (desincentivar el ahorro), el consumo, los salarios y, a la postre, la inflación. Vistos los resultados, el BCE podría traspasar una frontera más y dadas las limitaciones autoimpuestas en el programa de compra de bonos, la compra de acciones se convierte en una opción de cara al futuro. Esta no es la primera vez que 'suena' esta herramienta monetaria que ya han probado otros bancos centrales como el Banco de Japón. En 2016, con la temida deflación (caída de precios) asomando la cabeza en la Eurozona, se habló seriamente de esta posibilidad que finalmente no se llegó a implementar. Ahora vuelve a sobrevolar la idea tras un informe del MNI que ponía sobre la mesa esta opción y del que la agencia Reuters se hizo eco. Natalia Aguirre, directora de Análisis y Estrategia de Renta 4 Banco, en declaraciones a elEconomista descarta el anuncio de un programa de estas condiciones en este momento. "Ahora mismo no se está considerando esta opción, pero el Banco Central Europeo se está quedando sin margen y sin herramientas, si el ciclo cambia y llega uno recesivo sí podría ampliar la gama de activos e incluir la compra de bolsa". Con esta visión coincide Aitor Méndez, analista IG España, que a día de hoy no ve al BCE comprando acciones, pero no lo descarta si llega una nueva crisis. "Hasta el momento, el BCE no ha mostrado ningún indicio que haga pensar que está planeando un QE de acciones y ETFs, ni de ningún otro activo". "Si bien es cierto que en todos sus discursos tras las reuniones del Consejo de Gobierno de la entidad Draghi se refiere ambiguamente a la variedad de opciones que todavía le quedan en su 'caja de herramientas'", explica el experto de IG. Los economistas del banco holandés ABN Amro analizaron en profundidad esta opción en 2016. Lo primero que hay que preguntarse, explicaban, es si la adquisición de estos activos por parte del BCE sería legal, "aunque las acciones no son parte del colateral tradicional y probablemente se generará controversia, no existe una ley que le prohíba la compra de acciones". Andrew Bosomworth y Konstantin Veit, gestores de Pimco, creen que "es legítimo preguntarse sobre la voluntad y capacidad del BCE para contrarrestar la próxima recesión". Dentro de las herramientas disponibles aparecen "las acciones constituyen un instrumento potencial de compra. Si este fuera el caso, creemos que las compras se realizarían de forma 'pasiva' a través de fondos cotizados (ETFs) indexados". Hoy esta herramienta no está sobre la mesa, sobre todo porque el duro bache que está atravesando la Eurozona podría haber tocado fondo, "se están empezando a ver brotes verdes en la economía europea como han mostrado los últimos indicadores adelantados o el dato de confianza en Alemania publicado este miércoles". Antonio Bouvet, estratega de Mizuho, comenta en declaraciones a Reuters que "el BCE haría bien en pensar cuál va a ser su próximo movimiento expansivo, la lógica dice que el próximo paso será reanudar la compra de activos". Los propios límites impuestos por el banco central acotan la cantidad de bonos que puede adquirir al 33% de los bonos vivos de un emisor y al capital que ha puesto cada país en el BCE. Antes de romper estas reglas (que dotan de credibilidad a la política del BCE), el banco central podría entrar en el mercado de la renta variable. "Nosotros creemos que tiene sentido que el BCE considere otra clase de activos. A primera vista tiene sentido porque reduce el coste de capital para la economía. Se puede pensar en esto, pero todavía estamos muy lejos de ese punto". Méndez, de IG España, reconoce que "no se puede descartar que, con el tiempo, durante la próxima gran crisis, el BCE pueda recurrir a este instrumento (compra de bolsa) como un complemento a un hipotético nuevo QE, ya que cada vez serán necesarios mecanismos y estímulos más grandes en las crisis sucesivas". Aguirre reconoce que una reanudación del programa de compra de bonos (QE por sus siglas en inglés) tendría ciertas limitaciones por la escasa cantidad de bonos disponibles, un problema que podría agudizarse a medida si Alemania sigue reduciendo su nivel de deuda pública. "A futuro se podría considerar la compra de bolsa por parte del BCE tal y como ha hecho el Banco de Japón, aunque los resultados en el país nipón de esta política no convencional no son muy apreciables". No obstante, el efecto sobre la bolsa y la economía dependería de los parámetros del supuesto programa de compra de acciones. El tamaño del mercado europeo de ETFs supera los 600.000 millones de euros, alrededor de un 13% del tamaño actual del balance del BCE. Sayuri Shiraim, profesora de la Universidad de Keio y antiguo miembro del Banco de Japón (BoJ), explica en un trabajo que la intervención del BoJ ha impulsado el precio de las acciones por encima del crecimiento de los beneficios. "Aunque el precio de las acciones no se ha acercado a los máximos de 1989... las acciones podrían estar de algún modo sobrevaloradas por ratios". Más allá de los efectos sobre el precio de las acciones y su influencia sobre la economía, este programa tendría el objetivo indirecto de poner a circular más euros en un intento por depreciar la divisa única. Con un euro más débil, los bienes y servicios producidos en la zona euro ganan atractivo, lo que podría impulsar la demanda externa que tantos problemas está causando a la Eurozona en los últimos trimestres. Por otro lado, al igual que las exportaciones son más atractivas, un euro débil hace que las importaciones sean relativamente más caras, lo que puede desembocar en un incremento de la inflación vía unos precios de importaciones superiores. Un euro débil ha demostrado ser positivo para la el bloque en los últimos años respecto al crecimiento y la inflación.